Le conocí a fines de la década de los ’50 del pasado siglo. Para entonces, era un entusiasta joven que competía en pesca submarina y yo, apenas candidato a renacuajo en esos lances, cuando Federico Schaeffer iniciaba en nuestra provinciana región, la práctica de tales deportes.
Pasaron los años y nos volvimos encontrar en el Museo Arqueológico de La Serena en la década de los ’60, cuando ejercía como arqueólogo bajo la dirección de Jorge Iribarren y él, como médico que trasmitía a diestra y siniestra, con entusiasmo casi  mítico, sus experiencias como residente en Isla de Pascua. Se acostumbró a visitarnos a la hora del té (rito que mantuvo el museo por muchos años). Entonces, se abrían las puertas a sobremesas de sabrosas e enjundiosas conversaciones. Escuchábamos sus sueños acerca de estudiar más a fondo los secretos de Hotu Matu’a, de los moais, de los pascuenses, su historia, etnografía y problemas que ya se proyectaban a futuro. Por parte del museo, también soñábamos con grandes descubrimientos, publicaciones y proyecciones de su acervo cultural hacia la comunidad y el mundo. Nuestro boletín se engalanó, entonces, con alguno de sus trabajos.
¿Quién no recuerda que fue él, quien de manera casi artesanal, proyectó e instaló la que fuera la primera cámara hiperbárica en la sede de la Universidad del Norte en Coquimbo? Fue usada por buzos y mariscadores que ponían en peligro la vida durante sus trabajos submarinos. Hoy me entero de que la nueva versión está en “panne”.
No fue sólo un médico soñador. Su arte pictórico lo mantuvo casi escondido hasta su muerte. Las láminas que relatan gráficamente la primera expedición submarina a la Esmeralda sumergida en Iquique, que él dirigió y filmó a fines de 1978, sumadas a aquellas que nos muestran con todo su color la fauna ictiológica local y de Isla de Pascua, son obras que la Región y el puerto de Coquimbo deberían poner en valor, con público acceso.
Los últimos años acostumbré a visitarle en su casa-museo. Allí, frente a un tecito sustancioso, conversábamos de lo humano y lo divino. Yo perdí un amigo. La Región, un prohombre que se escondió bajo la humildad de un científico de verdad.
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